Los albores de la creación del deporte organizado, se remontan a la Grecia antigua, allá por el año 776 antes de cristo. La idea original surgió del rey Oxilos (1100 a.C.), pero los juegos comenzaron a celebrarse gracias al rey Ífitos de Élida. Ífitos consiguió llegar a un acuerdo con Licurgo, rey de Esparta, y Clístenes, rey de Pisa, para garantizar la paz durante el evento. En ese año, uno de los cuatro Juegos Panhelénicos que se disputaban en honor a los dioses (Píticos, Nemeicos, Ístmicos y Olímpicos) comenzó a tomar nota de los vencedores de los mismos. Desde que existen vencedores y vencidos, ha habido algo que siempre ha maravillado al mundo por encima de cualquier cosa, las gestas. Una gesta es por definición: “Aquel hecho o conjunto de hechos dignos de ser recordados, especialmente los que destacan por su heroicidad o trascendencia”. Es en esta frase donde radica la primera incongruencia de nuestra historia, pues lo que vamos a recordar, no está protagonizado por un héroe, sino por un antihéroe, casi un villano. Quizás por eso, nunca se le ha dado la importancia que merece. Vamos allá… EL DESENCADENANTE5º Partido de las WCSF (1992) Clyde Drexler acaba de sentenciar la eliminatoria a favor de los Portland Trail Blazers con una sublime actuación. Mientras, Kevin Johnson, abandona el parqué con un gesto mezcla de tristeza e impotencia que le impide levantar la cabeza. En el banquillo, Jeff Hornaceck y el veterano Kurt Rambis, permanecen inmóviles. Los Suns han perdido en los últimos cuatro años, dos finales de conferencia y una semifinal. Cuatro temporadas con más de 53 victorias en liga regular que se desaprovechan porque el equipo se desvanece en los momentos clave. La base del proyecto no era mala, pero faltaba algo. Debían añadir una última pieza que elevara al equipo a otro nivel. ¿Qué podía ser? Mientras los Suns se retiran de la pista, un hombre se da la vuelta visiblemente airado y se dirige al entrenador Cotton Fitzsimmons, que permanecía impasible tratando de asimilar la derrota. Ese hombre es Lionel Hollins, antiguo campeón de la NBA (precisamente con los Blazers) y por aquel entonces, asistente del entrenador. En ese fugaz instante, Hollins tiene una sola idea en mente y se la hace saber a Fitzsimmons con una contundente frase: “Lo que necesitamos es a Charles Barkley” Jerry Colangelo se puso manos a la obra para intentar traer a Arizona al controvertido jugador. Barkley vivía su peor momento en Philadelphia, pues los dos últimos años habían sido un maremágnum de rumores de traspasos que acabaron con su (escasa) paciencia. Las constantes declaraciones del jugador criticando a la directiva de los Sixers de la situación del equipo en general y de la suya en particular, habían deteriorado casi por completo la relación. El propio jugador solicitó ser traspasado para tener opciones reales de luchar por un anillo. Lakers, Trail Blazers y Suns se disputaron duramente su fichaje. Tal fue así, que incluso llegó a estar fichado por los Lakers un día, pero los Sixers abortaron la operación. Por fin, el 17 de Julio de 1992, Los Suns de Phoenix hacían oficial su fichaje. A cambio, partieron hacia Portland Jeff Hornacek, Tim Perry y Andrew Lang. En palabras del propio Barkley: "Creo que este acuerdo es lo mejor para todos" LA LLEGADA DEL LÍDERDespués de un verano para la historia, en el que Barkley se convertía en el máximo anotador del mejor equipo jamás formado (Dream Team 92), aterrizaba en Arizona con la ilusión de un niño pequeño. Charles llevaba mucho tiempo queriendo rodearse de un equipo con calidad y ganas, algo que no tenía en Philladelphia. “No hay nadie en el Oeste mejor que yo. Puedo llevaros a las finales Siempre he querido jugar contra Michael con un buen equipo. Sé que nadie me va a detener en la Conferencia Oeste. Espero llegar a las Finales y competir contra Michael Jordan” Los Suns tenían buenos jugadores, una directiva comprometida, un nuevo entrenador de la casa (Paul Westphal) y una afición entregada. El principal problema residía en que el victimismo fruto de los malos resultados, se había apoderado de ellos, mermando en gran medida su confianza. Barkley estaba allí, precisamente por eso, para contagiar a un buen equipo de su ética de trabajo, su intensidad y su voraz ansia de triunfo. Para ayudar en tamaña empresa, un inesperado y curioso invitado sorpresa se sumó a la fiesta, Danny Ainge. El veterano escolta de Oregon, formaba parte de aquellos Trail blazers que habían eliminado a los Suns unos meses antes, pero había recalado en Phoenix como agente libre de una manera un tanto “casual”. El propio Ainge lo explicaba a su manera: “Creo que en Portland dieron por sentado que me quedaría con ellos por menos dinero” “Por mucho que traté de advertirles, no me creyeron”. Ainge, 2 veces campeón de la NBA y conocido por su durísimo carácter competitivo, era un refuerzo perfecto para Barkley. Ambos compartían la misión de reactivar a aquellos prometedores Suns. Kevin Johnson, Dan Majerle, Cedric Ceballos, Tom Chambers, Frank Johnson, Kurt Rambis y el prometedor Rookie Richard dumas, eran soldados aguerridos, obedientes y con buenas habilidades para la guerra, pero necesitaban un general y sobre todo, un plan. Por suerte, Paul Westphal tenía uno perfecto… LA METAMORFOSIS DE LOS SUNSAntes incluso de comenzar el primer partido de la regular Season, Barkley ya daba pinceladas del carácter que quería imprimir al equipo. El 18 de octubre de 1992 durante la pretemporada, en su primer partido oficial con la camiseta de Phoenix, Barkley es expulsado. Westphal tenía en mente ser extremadamente permisivo con las salidas de tono de Barkley, pues sabía que si las condenaba públicamente o lo castigaba, el resto del equipo se cuidaría mucho de sacar el genio a pasear. Comenzaba la regular season y los Suns de Barkley no tardaban mucho en dar la sorpresa por sus resultados. Con un estilo dinámico, descarado y muy ofensivo, ganaban 21 de los primeros 25 partidos que disputaron. Phoenix era un equipo diferente, muy completo y polivalente, al que solamente se le echaba en falta un pívot de cierta calidad, pero su principal ventaja era otra. Los nuevos Suns eran más físicos, más duros en el contacto, más agresivos en el rebote, más contundentes en la defensa y más expeditivos en cualquier lance con el rival. En definitiva, eran más “Nasty” (gamberros). La motivación de los compañeros de Charles, alcanzó máximos históricos. Poco importó que algunos de ellos tuvieran que ver reducidos sus minutos o modificada su posición de juego. La realidad es que era un equipo configurado para el asalto al anillo y la gente pronto comenzó a darse cuenta de ello. Barkley consiguió infundirles en muy poco tiempo un espíritu luchador y algo canalla que no tardó en sacar al equipo del victimismo en el que se encontraba sumido, confiriéndole un carácter más agresivo. Consiguió algo inaudito para ellos, y es que el equipo era temido en todo el país. “Al poco tiempo, todos andábamos más derechos, con una actitud más arrogante”, declaró Cedric Ceballos. La confianza contagiada por Barkley hizo crecer la sinergia del grupo hasta consolidar un durísimo bloque, que bajo su liderazgo, pronto se postuló como claro aspirante a dominar la Conferencia Oeste. Tener a Barkley en el equipo era como hacerse amigo del matón del instituto. Sabías que te podías enfrentar a cualquiera. La mayoría no se atreverían a replicarte y si la cosa se ponía fea, tenías las espaldas cubiertas. El problema es que cuando eres amigo del matón, te surgen peleas casi a diario. Los nuevos Suns tuvieron “algún que otro problemilla” durante la temporada, pues ya no rehuían el contacto como antes. Como muestra un botón: La prensa neoyorquina, se esforzó en “calentar” el enfrentamiento entre Knicks y Suns, diciendo que los de Arizona eran “blandos y poco físicos”. El resultado fue un tenso encuentro que derivó en una monumental tangana. Los Suns tenían mucho que demostrar y poco que perder. La forja continua de una nueva personalidad grupal más agresiva, no fue un camino de rosas, pero en ningún momento del proceso se amilanaron. Barkley lo tenía muy claro: “va a ser duro. No tenemos miedo de nadie. Tenemos que tener una mentalidad más dura, porque somos un equipo marcado y todos van a ir a por nosotros” TEMPORADA RÉCORD La mitad de temporada llega y con ella el All Star. La presencia de los Suns, que por aquel entonces ya tenían un record de 32/9, se hace cada vez más mediática. Paul Westphal es elegido entrenador de la conferencia Oeste, mientras que Barkley forma parte del cinco titular. En el banquillo, Dan “Thunder” Majerle, es el tercer representante del equipo que más está dando que hablar en la NBA. Tras el parón del fin de semana de las estrellas, los Suns continuaron su arrolladora temporada hasta conseguir la victoria número 59, y con ella, la corona de campeones de la conferencia Oeste. El año terminó con un balance de 62 victorias y 16 derrotas, lo que se convertía en récord absoluto de la franquicia. Al final de la temporada, el equipo había acumulado un montón de premios. Barkley ganó su primer y único MVP después de promediar 25.6 puntos, 12.2 rebotes, 5.1 asistencias, 1.6 robos y 1.0 tapón. Se convertía así, en el primer jugador de la historia de la franquicia en obtener un galardón individual. Colangelo fue nombrado ejecutivo del Año de la NBA, Ainge quedó segundo en la votación para Sexto Hombre del Año (detrás de Cliff Robinson) y Dumas entró en el 2º quinteto de rookies. Majerle, con 167 triples convertidos, fue el máximo realizador de la competición, empatado con un tal Reginald Wayne Miller. Sólo Pat Riley pudo colarse en la fiesta de los Suns, arrebatándole el título de entrenador del año a Paul Westphal, que, lejos de entrar en polémicas, se concentraba en los Playoffs. Su arriesgado proyecto de convertir a los Suns en los “Barkley Boys” había dado sus frutos, pero ahora comenzaba la guerra de verdad. Los playoffs aguardaban con un feroz Oeste lleno de contenders. Por aquel entonces, medio mundo estaba enamorado de los Phoenix Suns, pues representaban la alternativa revolucionaria al indiscutible dominio de los Bulls de Jordan. Al mando del “Maestro Zen” (Phill Jackson), los de Chicago avanzaban con paso firme hacia su tercer anillo consecutivo, si nadie lo remediaba. Los Suns, eran algo así como una especie de antihéroes decididos a romper el orden natural de los acontecimientos. LA HORA DE LA VERDADNada de lo conseguido en la temporada regular sirve de algo si no das la talla en los playoffs. Pese a ser una parte de la misma liga, no tiene absolutamente nada que ver con el primer tramo de la misma. El contexto competitivo se centra ahora en derrotar a un mismo enemigo en varios encuentros sucesivos, en los cuales, la adaptación a los casos particulares del combate, significa tener un porcentaje muy alto de probabilidades de vencer. Los Suns habían fallado los años anteriores en esa faceta del juego, pero este año iba a ser muy diferente, pues serían los rivales los que tendrían que buscar fórmulas para contrarrestar a la apisonadora ofensiva que representaban los Suns con su flamante MVP a la cabeza. Las hostilidades comenzaban, y en Arizona estaban preparados… 1ª RONDA: LOS ANGELES LAKERSComandados por una leyenda viva como James Worthy y un motivado Sedale Threatt, los Lakers se negaban a aceptar su evidente fin de ciclo e inicio de la era “post – Magic”, y se imponían sorpresivamente a los Suns en los dos primeros encuentros de la serie. Los pupilos de Westphal habían perdido ritmo, y pronto surgieron las voces que culpaban a la última semana de competición que habían tenido libre, además de a los descansos otorgados a los titulares en los últimos partidos de la temporada. En palabras del propio Barkley: “Lo que más daño nos hizo, fue esa semana libre” “Jamás recuperamos nuestro ritmo” Los Suns habían comenzado su postemporada de la peor manera imaginable, perdiendo los dos partidos en casa y desaprovechando el factor cancha. Nunca nadie había conseguido levantar un 0 – 2 en una eliminatoria, pero, lejos de desanimarse, todos y cada uno de los integrantes de la plantilla tuvieron palabras de esperanza. El propio Westphal, en la rueda de prensa posterior al segundo partido de la serie, y ante las incisivas preguntas de los periodistas, pronunció con total aplomo la siguiente afirmación: “Perdemos 0-2, y supongo que la pregunta es: ¿Están muertos los Suns? No. Vamos a ganar esta serie. Ganaremos el martes en Los Angeles y luego volveremos a ganar el jueves. Luego volveremos aquí y ganaremos, y todos diréis que fue una gran serie” La temeraria profecía de Westphal se cumplió palabra por palabra y los Lakers se vieron sobrepasados en Los Angeles en los dos siguientes encuentros. El quinto partido en Phoenix se fue a la prórroga, momento en el que Oliver Miller, jugaría los mejores minutos de su vida, fulminando a los Lakers con 9 puntos consecutivos y 5 rebotes. También batió el récord de tapones de los Suns en Playoff con un total de 7. Los Suns se convertían en el primer equipo de la historia en “levantar” un 0 – 2 de una eliminatoria. Para la parte final de la temporada, los Suns habían recuperado al novato Oliver Miller, que había estado ingresado en una clínica por sus problemas con la comida y el sobrepeso. Barkley, que había sufrido bastantes problemas de esa índole en su adolescencia, se tomó muy en serio la monitorización del caso de Miller, poniendo mucho de su parte para ayudarle a revertir aquella situación. Una parte muy importante del carácter que Barkley pretendía infundir a aquel grupo, se basaba en el ambiente de protectorado familiar. Miller era un buen chico con un gran corazón y debían recuperarlo. Además, Barkley había tenido la firme convicción de que Miller podía ayudar mucho al equipo. No se equivocó... WCSF: SAN ANTONIO SPURS Los Rocosos Spurs de San Antonio serían el siguiente rival de los chicos de Arizona. He de aclarar, sobre todo a los más jóvenes, que aquellos Spurs no se parecían a los de hoy en día, casi ni en la camiseta. El equipo tejano estaba entrenado por John Lucas II, después de haber destituido de manera fulminante a Jerry Tarkanian (Tark “The Shark”) y su estrategia se basaba en destruir el juego del rival para luego recoger los restos. David Robinson, Avery Johnson, J.R, Reid, Terry Cummings, Antoine Carr, Sean Elliot e incluso David Wood (el gladiador), buscaban imponerse físicamente una y otra vez en defensa a sus rivales hasta agotarlos. Transiciones muy lineales y agónicamente largas intentaban conducir a “su presa” hasta la trampa táctica que suponía ajustarse a su sólido y fiable ritmo, dentro del cual eran incontestables. El problema era que aquel “ratón” era demasiado listo como para caer en trampas tan evidentes. Los Suns volvieron a ser aquel equipo que durante la temporada regular atacaba el aro rival con una armonía más propia de un ballet que de un partido de baloncesto, y los Spurs, se vieron obligados a salirse de su hoja de ruta ofensiva habitual para aguantar el tirón. El duelo estelar de estrellas no defraudó, de tal modo que sendas actuaciones de David robinson y de Charles Barkley, decantaron los 5 primeros partidos colocando un 3 a 2 a favor de Phoenix en el marcador. Luego llegó el 6º partido, y con él, una de las secuencias más legendarias de la historia de la NBA. Quedan 10 segundos en el reloj para que acabe el partido, y después de varios trepidantes ataques, Robinson aprovecha 2 tiros libres para empatar el partido a 100. Paul Westphal pide tiempo muerto. En el banquillo de los Suns, todos los jugadores repiten el mismo movimiento de cabeza, primero miran a la pizarra y luego a Barkley. Mientras, Charles observa en silencio las explicaciones del entrenador. Mantiene un gesto serio, impertérrito, de concentración máxima, la que debe atesorar en esos instantes un jugador que sabe que ha llegado el momento para demostrar por qué es el mejor jugador de la liga. Debía dar un paso al frente, y nadie lo dudó ni por un instante. Los Suns sacan de banda y Barkley recibe el balón cercano al punto central. En frente suyo, a unos tres metros, el almirante David Robinson le aguarda apostado sobre la línea de triple, en posición de defensa, sabedor de que aquel último lance iba a discurrir irremediablemente entre ellos dos. Barkley le observa y luego mira fijamente al aro mientras hace rodar el balón por sus manos. El 34 de los Suns comienza a trotar encarando el aro y al pívot de los Spurs retrocede ligeramente en posición de semiflexión, intentando evitar verse sobrepasado lateralmente por un dribbling. Es entonces cuando Barkley sobrepasa la línea de tres y en el segundo siguiente, amaga ligeramente de irse hacia su derecha, provocando un leve cambio en la postura de Robinson. Leve pero suficiente para que el obstinado muchacho de Alabama se pare en seco e inicie una suspensión frontal a 6 metros a la que Robinson intenta llegar desesperadamente después de corregir su leve error, pero que ni estirando sus 216 centímetros en un desesperado salto fue capaz. Barkley ejecutó el tiro y el HemisFair Arena enmudeció por unas décimas de segundo, hasta que el balón entró en el aro y el sonido del balón golpeando la red, resonó en el pabellón como un martillazo en la cabeza de los aficionados. “Probablemente, aquella no era la mejor manera de intentar ganar el partido, pero así es como Charles quería hacerlo. Tenía confianza en sí mismo y lo logró” Tom Chambers Los Spurs habían caído y Barkley había firmado otra actuación memorable (28/21/4/4/2) con la guinda de un “buzzer beater” que permanecería en la retina de los aficionados durante mucho tiempo. Pero aquello no había terminado ni mucho menos. WCF: SEATTLE SUPERSONICS Si había un equipo realmente peligroso en la conferencia Oeste durante aquellos años, eran los Sonics de Seattle. Nada que perder, mucho por demostrar, y un sólido grupo de jugadores que aglutinaba una temible mezcla entre músculo, defensa y tiro exterior. Para colmo, sentado en el banquillo se encontraba George Karl. Al frente del equipo, la pareja de moda en todos los highlights de la televisión del momento: Gary “The Gove” Payton y Shawn Kemp “The Reignman”. A estos dos “caníbales” les acompañaban varios de los mejores defensores de la liga (Nate McMillan y Michael Cage) varios tiradores de élite (Ricky Pierce y Dana Barros) y algún que otro “multiusos” como Sam Perkins o Derrick McKey. El equipo estaba hecho para competir y hasta la fecha lo habían demostrado con creces, deshaciéndose en las dos primeras rondas de Los Jazz de Utah y de los Rockets de Houston en 2 encarnizadas eliminatorias. A todas luces, parecía el primer gran obstáculo serio para nuestros Suns, pero aún había que jugar… El primer envite se resolvió a favor de los Suns, pero dejó entrever la dureza que se le presuponía a aquella serie. Westphal sustituyó en el 5 titular al novato Richard Dumas por Cedric Ceballos, quien cuajó una gran actuación pero acabó doliéndose de una antigua lesión, una fractura por estrés producida a principios de año en el pie derecho. Ceballos fue jugando cada vez menos minutos hasta que fue apartado definitivamente del equipo para ser operado. Otro nuevo hándicap lastraba (aún mas) las aspiraciones de los Suns. La serie continuó y se convirtió en una descomunal batalla en la que se sucedieron las victorias alternativamente en ambos bandos hasta llegar a empatar la serie a 3. Nadie esperaba menos de aquel titánico enfrentamiento, en el que nadie quería ceder ni un centímetro de terreno. Tanto Barkley como Kemp, tiraron del carro hasta la extenuación, tal y como demostraron en el 5º partido, donde se pudo ver uno de los duelos más espectaculares de la historia de los Playoffs. Cada vez que Barkley y Kemp no estaban emparejados en defensa, el resto del equipo sufría las consecuencias en sus carnes. Los Suns no tenían a nadie capaz de hacer frente físicamente a una bestia como Kemp, mientras que los Sonics, se veían inmersos en constantes cambios de asignación defensiva para perseguir desesperadamente por toda la pista a un Barkley que anotaba desde cualquier posición. Wesphal procuró no desgastar demasiado a Barkley en defensa para poder exprimirlo hasta la saciedad en ataque, y así se llegó al séptimo y definitivo episodio de esta agónica serie. El 5 de junio de 1993, los Suns de Phoenix se jugaban delante de su público, la posibilidad de jugar la segunda final de su historia, y la ciudad entera se volcó con su equipo. El America West Arena se convirtió en una olla a presión en la que apenas se podía escuchar la retransmisión de los comentaristas debido al monumental griterío. Los Sonics se sintieron apabullados por aquella atmósfera tan “explosiva” desde los primeros compases del juego y fueron casi siempre a remolque. Bueno, por la atmósfera y por un descomunal Barkley que salió a la pista con una sola idea en mente. Ganar. El 34 de los Suns dominó todos los aspectos posibles del partido desde que sus pies tocaron el parqué. Anotar, defender, organizar, intimidar al rival, agitar al público e incluso su habitual “lucha particular” con los árbitros, bastante más comedida en esta ocasión. Los compañeros de Barkley se sintieron arropados al ver a su primer espada a semejante nivel y se dejaron llevar por el momento. Los Seattle Supersonics lo intentaron pero no pudieron hacer nada contra aquel grupo de jugadores que parecía tener una confianza impenetrable. Sólo un Kemp muy desacertado y el veterano Eddie Johnson plantaron batalla a la escuadra de “Sir Charles” Barkley, que a falta de 40 segundos, se retiraba al banquillo con unos estratosféricos 44 puntos y 24 rebotes. NBA FINALS: CHICAGO BULLS Mientras los Suns batallaba con todos los contenders del Oeste hasta la extenuación, en el otro lado del país, nuestro particular enemigo final, los Bulls de Michael Jordan, habían barrido en 1ª ronda a los Hawks (3 -0), en segunda ronda a los Cavaliers (4 – 0) y solamente los Knicks le habían opuesto algo de resistencia en la final de conferencia Este (4 – 2). El resultado de la ecuación era sencillo: Además de estar entrenados por Phill Jackson y tener al mejor jugador/dupla defensiva del planeta, los de Chicago habían jugado 13 partidos por 18 de los Suns. Los Suns afrontaban las finales con una extraña mezcla entre la valentía que te otorga el hecho de no tener nada que perder, y el miedo que infundía jugar contra Michael Jordan y los bicampeones Bulls, ávidos del Threepeat. Paul Westphal, que curiosamente había participado en la otra final que disputaron los Suns (como jugador) en 1976, mantenía esa imagen de seriedad que le había caracterizado durante toda la campaña, sabedor de que si había un momento en el que debía transmitir confianza al equipo, era aquel. Barkley hacía lo propio pero a su manera. Había sido compañero de Jordan y Pippen aquel verano en “Dream Team” de Barcelona y debía intentar demostrar a sus compañeros que eran gente normal, de carne y hueso, así que los acercamientos prepartido entre Charles y Michael se tornaron un factor psicológico muy importante. Comenzaba el primer partido de las ansiadas finales y los Bulls quisieron dejar las cosas meridianamente claras desde el principio. La durísima intensidad defensiva de los hombres de Phill Jackson no tardó en dar sus frutos y la primera acción se saldó con un robo de Jordan y un rapidísimo contraataque en superioridad que culminó Pippen. Pese a ello, los Suns plantaron batalla y perdieron el primer encuentro por un margen de 8 puntos. Barkley jugó 46 minutos a toda la intensidad que se pudo permitir. Era su batalla. Él los había guiado hasta allí, así que vencería o perecería en el intento. El segundo encuentro será recordado como uno de los duelos individuales más sublimes de la historia de las finales de la NBA. Barkley se resistía a perder el segundo encuentro en casa y Michael quería amarrarlo como fuera. La lucha sin cuartel de ambos sobre el parqué, acabó con 42 puntos y 13 rebotes para el 34 de los Suns, por 42 puntos, 12 rebotes y 9 asistencias para el 23 de los Bulls. La segunda victoria caía del lado de Chicago por un apretado 111 a 108. Muchos volvieron a dar a los Suns por muertos, y realmente así lo parecía. Habían nadado mucho pero estaban muriendo a la orilla de manera trágica. Otra vez los dieron por muertos y otra vez se volvieron a equivocar, pues aquel ataque fluido y sin complejos que había caracterizado a aquel equipo a lo largo de la temporada, reapareció en chicago en el tercer partido para arrancarle la victoria a los todopoderosos Bulls después de 3 prórrogas. Ni siquiera el mejor Jordan (44/9/6) fue capaz de contrarrestar el empuje colectivo de los Suns. La intensidad, la garra y la veteranía de Ainge y Chambers en los últimos compases, fueron claves. Bueno, eso y el empuje constante de Barkley, que a 1:44 del final, y después de haber disputado 52 minutos de partido, le robaba un balón a Michael Jordan y anotaba colocando a los Suns 5 arriba. El inconmensurable esfuerzo de Barkley le hizo terminar el partido con dificultades para continuar de pie. Pero la victoria le hizo olvidar cualquier mal. Había llegado hasta allí y había demostrado que era posible tumbar a los campeones. Cuando todo parecía acabado, se abrió un enorme halo de esperanza, tan grande como el silencio que se produjo en el Chicago Stadium. Fue la primera vez en toda la serie que Michael Jordan había puesto cara de auténtica preocupación. ¿Habrían subestimado a su enemigo?... Pero el 23 de los Bulls era el mejor del mundo por algo, así que en el cuarto partido, el “Dios disfrazado de Michael Jordan” bajó de los cielos para anotar 55 puntos con un 57% de acierto y contrarrestar la coral ofensiva de los Suns que esta vez resultó insuficiente. No así en el 5º, donde Barkley volvió a enardecer a los suyos con sus acciones sobre la pista, llevándolos a una inesperada victoria que ponía el 3 a 2 en el casillero. Barkley había jugado hasta la fecha una media de casi 47 minutos por partido a un nivel de intensidad estratosférico, y las consecuencias empezaban a ser evidentes. Por suerte, Kevin Johnson y el novato Richard Dumas, emergieron para ayudar en el momento justo. Jordan mientras tanto, seguía a lo suyo (44 pts) acechante y a la espera de asestarles el zarpazo definitivo que acabara con aquel correoso equipo que tantos problemas le estaba dando. Y así, con un Barkley consumido por el esfuerzo de llevar meses tirando de aquel carro, se llegó al sexto partido en Phoenix. Y lo intentaron, ¡Vaya si lo intentaron! “Sir Charles” y los Suns sacaron fuerzas de flaqueza y a falta de 1 minuto para concluir el encuentro, defendían una ventaja de 4 puntos como un gato panza arriba entre los ensordecedores vítores de su público, que se agarraban a aquella esperanzadora visión que tenían ante sí. El problema era que “alguien tenía otros planes” En la siguiente jugada, Jordan coge un rebote en su propia canasta, inicia un contraataque en solitario y realiza un “coast to coast” cruzando por en medio de la zona rival como si jugase contra cadetes y estuviese en el primer minuto del partido. El minuto final continúa y los Suns exceden los 24 segundos de posesión ante la asfixiante defensa de ayudas de los Bulls. Chicago pierde por 2 puntos y tiene posesión a 14 segundos del final. Jordan sube el balón, se lo da a Pippen en el centro, Pippen penetra y dobla a Horace Grant que abre para el único jugador al que Los Suns han dejado solo, John Paxon. El base de los Bulls lleva desde que comenzó la jugada solo en la línea de tres, esperando a que Jordan y Pippen arrastren a toda la defensa hacia el lado derecho. La jugada diseñada por Phill Jackson en el tiempo muerto previo, funcionó a la perfección y Paxon hizo de héroe inesperado. El triple entró y con el desaparecieron las opciones de los Suns. Aun dispuso Paul Westphal de un último tiempo muerto en el que intentaron diseñar un tiro ganador a falta de 3.9 segundos para el final, pero no funcionó. Kevin Johnson sacó de banda y después de un “hand off” con Oliver Miller, esquivó a Horace Grant y se levantó en una desesperada suspensión a media distancia que atajó el propio Grant taponando desde atrás. “It´s over” Barkley felicita a Pippen y se abraza con su amigo Jordan. Su cara es un auténtico poema cuando encamina los vestuarios. Los Bulls conseguían el ansiado Threepeat, Jordan su tercer MVP de las finales y los Suns se quedaban a las puertas de un sueño posible. En la memoria de todos, especialmente en la de Barkley, todos aquellos errores que les llevaron a perder 2 partidos por la mínima. Lejos de estar abatido, Westphal declaró: “He estado en equipos que han ganado muchos partidos, incluso en uno que ganó un campeonato, pero jamás pensé que iba a estar con un equipo tan interesante, divertido y excitante como éste” El sueño se acabó y la gesta no se pudo culminar, pero en la memoria histórica de la competición, ha quedado grabado como lo que fue. La temporada 92/93 de los Suns de Phoenix representó uno de los mayores esfuerzos realizados por un jugador para conseguir transformar a un grupo de jugadores en un equipo competitivo. Un equipo donde todos y cada uno de sus componentes comprendieron la importancia que tenían en el proyecto gracias a las oportunidades que tuvieron para demostrarlo. Después de eso, aquel jugador, comandó magistralmente a aquel cohesionado grupo a lo largo de cruentas batallas con poderosos enemigos, hasta conseguir llevarlos a lo más alto, donde solamente el más grande de todos los tiempos en su plenitud de facultades físicas, fue capaz de detenerlos. Lo demás, es historia…
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¿Qué son los esteroides? Lo primero que debemos hacer es definir a la perfección las sustancias de las que estamos hablando para no entrar en contradicciones, pues los Esteroides en general, pueden incluso tener una utilización derivada para tratar enfermedades como el asma, en cuyo caso estaríamos hablando de cortico esteroides. Por ello, la rama de estas sustancias que nos interesa tocar hoy, sería concretamente la de los esteroides anabólicos. Aunque el término correcto sería "anabólico-androgénicos", vamos a continuar refiriéndonos a ellos como “esteroides o anabolizantes” que tradicionalmente ha sido la manera coloquial de hacerles mención. Los esteroides anabólicos son unas sustancias sintéticas relacionadas con las hormonas sexuales masculinas. Las hormonas sexuales, por lo general, se producen en los testículos (en los varones). Las hormonas sexuales masculinas, como la testosterona, ayudan a desarrollar y mantener las características sexuales y participan en la producción de espermatozoides en los testículos. También promueven el crecimiento del músculo esquelético (efectos anabólicos) y el desarrollo de características sexuales masculinas (efectos androgénicos) tanto en hombres como en mujeres. Los esteroides anabólicos fueron desarrollados a finales de la década de los treinta primordialmente para tratar al hipogonadismo, una condición en la que los testículos no producen suficiente testosterona para un crecimiento, desarrollo, y funcionamiento sexual normales. Los usos médicos primordiales de estos compuestos son para tratar la pubertad tardía, algunos tipos de impotencia, y el desgaste corporal causado por la infección del VIH u otras enfermedades. Durante la década de los treinta, los científicos descubrieron que los esteroides anabólicos podían facilitar el crecimiento del músculo esquelético en los animales de laboratorio, lo que llevó al uso de estos compuestos primero por los fisicoculturistas y los levantadores de pesas y después por atletas en otros deportes. ¿Cómo podrían influir los esteroides en un jugador de la NBA? Cualquier jugador de la NBA que se precie, aspira a alcanzar un momento culmen de su vida en el que confluyan a nivel máximo los 3 pilares básicos que definen su existencia deportiva, y que no son otros que: - Capacidad técnica - Capacidad mental - Capacidad física Si nos ceñimos a las dos primeras, el procedimiento está claro. Seas más o menos diestro, acabarás alcanzando un nivel técnico bueno con entrenamiento específico y constancia. Lo mismo pasa con la cabeza. Motivación, agilidad, concentración, comprensión táctica y demás recursos mentales, requieren también de entrenamiento y continuidad. El tercer factor, el físico, también es adiestrable, por supuesto, pero es con mucho el más sujeto a depender de factores externos. Edad, genética, historial de lesiones, alimentación, sobrecarga de partidos y un larguísimo etcétera de circunstancias que pueden representar un hándicap para alcanzar tu techo físico. En el caso de que lo alcances, también está el problema de mantenerlo en el tiempo, y mucho más si piensas en una competición en la que los jugadores son capaces de aguantar al máximo nivel un calendario de 82 partidos en menos de seis meses. Si nos ceñimos a la pregunta que da título a este punto del artículo, los esteroides, podrían “ayudar” a un jugador de varias maneras, siendo la primera y más evidente, la de conseguir un aumento sustancial de la masa muscular, y con ella, una mejora de la fuerza en general y de la fuerza explosiva en particular. *Fuerza explosiva: También conocido como “pliometría” o “potencia”. Se define como la mayor fuerza que actúa en el menor tiempo posible. fuerza+ velocidad= potencia La Fuerza explosiva es una manifestación de la fuerza que se basa en generar la mayor cantidad de fuerza posible en el menor tiempo sin perder la eficiencia. Por esta razón este tipo de fuerza es la predominante en la mayoría de los deportes de equipo y en algunas modalidades de deportes individuales. Y es que, el baloncesto, en esencia, es un deporte de fuerza explosiva. Durante un partido de baloncesto, hay muy pocas acciones en las que la fuerza explosiva no juegue un papel muy importante, como por ejemplo en los apoyos para una entrada (principalmente en el primer paso), en los rebotes, saltos a taponar, recuperaciones o “deflections”, robos de balón, sprints al contraataque, balances defensivos, luchas y todo tipo de tiros, especialmente los que se realizan en suspensión. La preparación física de los jugadores de baloncesto se centra en que éstos sean capaces de realizar las acciones del juego con la máxima explosividad, y que estos niveles de explosividad disminuyan lo menos posible a lo largo del partido. Esta necesidad de prolongar esa fuerza explosiva en el tiempo, nos lleva a la segunda manera que tienen los esteroides de “implementar” las capacidades de un jugador. La fuerza – resistencia. *Fuerza Resistencia: Capacidad de mantener una fuerza a un nivel constante durante un determinado periodo de tiempo, o entrenamiento. Ya tenemos a alguien extremadamente fuerte, capaz de realizar acciones explosivas durante muchos minutos seguidos sobre el parqué, algo que si lo pensáis es totalmente antagónico. Las dos capacidades son perfectamente entrenables a la vez, pero a ciertos niveles máximos de competición, una capacidad limita a la otra. Para que nos entendamos rápidamente: Usain Bolt jamás hubiera podido ser campeón de 800 metros y David Rudisha nunca hubiera podido ser campeón de los 100 metros lisos. Si aplicamos esta comparativa al baloncesto, sería casi imposible (anatómicamente hablando) que un hombre de más de 2,10 metros, fuera capaz de recorrer los 100 metros lisos en poco más de 11 segundos. Y ya se ha dado el caso… Bien, ya tenemos a tíos con musculaturas impresionantes que corren como gacelas y saltan como gatos. Solo unos pocos elegidos, con entrenamiento adecuado, alimentación, y la herencia genética correspondiente, podrían alcanzar ese nivel de exuberancia física, pero…tras un entrenamiento del tipo que sea viene lo más importante de todo, el momento en el que el cuerpo mejora para poder volver a entrenar, el descanso. Antes de nada, debemos tener un concepto meridianamente claro: Una vez llevado al límite el cuerpo en cuanto a rendimiento se refiere y estar al 100% de lo que uno es capaz, NO ES POSIBLE MANTENERSE AHÍ POR TIEMPO PROLONGADO. Es posible tener dos picos o momentos así, máximo 3 durante una temporada según el deporte que se practique. La cuestión ahora es la siguiente, ¿cómo lo hacen? Lo más frecuente es encontrar a estos jugadores en torno al 85% de su capacidad física máxima durante todo el año con sus bajones y subidas buscando esos momentos de máximo rendimiento cuando interese. Todo entrenamiento se rige bajo el fenómeno de la supercompensación. Dicho de forma muy simple, dar un estímulo al cuerpo tras el que se sufre un daño previamente calculado, descansar y regenerarse para poder asimilar con las mismas consecuencias otro estimulo de mayor intensidad, y así ir mejorando las capacidades físicas. Ahora bien, en este equilibrio entre trabajo y descanso es muy importante tener claro que cuando el cuerpo mejora es cuando se está regenerando o recuperando. Esto depende de muchos factores pero vamos a destacar dos: - Tipo de estímulo, es decir la sesión de entrenamiento. - Edad del individuo en cuestión, cuantos más años más tiempo hace falta para recuperarse. Los músculos y tendones están compuestos principalmente por multitud de proteínas diferentes, según el tipo de estímulo y la intensidad del mismo se buscan mejorar unas u otras. El proceso de recuperación o regeneración tras un entrenamiento varía según que proteínas sean las “castigadas” y de la edad del individuo. Cuanto mejor entrenes más subes tus límites y tu condición física, pero…..hay un problema, la fisiología. A parte de la influencia del estilo de vida y la alimentación, un jugador de 18 años tendrá un periodo de recuperación totalmente diferente que otro de 30 años, y este a su vez diferente de uno de 35. Los tiempos oscilan desde las 24 h hasta los 7 días antes de poder repetir dicho esfuerzo, es decir, un chaval joven en 24 h debería estar listo para otro “castigo” mientras que si estas en los 35 hablaríamos de unos 4 días. Estos tiempos son orientativos, ya que factores como la alimentación, el estrés y otras variables pueden alterarlo. Con estos estímulos hablamos de entrenar a intensidades altas, o disputar un partido de competición. El resto de días se pueden hacer otras actividades, como entrenamientos ordinarios, pero siempre bajando las intensidades de los mismos. Dicho de otro modo, el número de entrenamientos que se pueden asimilar en una pretemporada no es el mismo con 18 que con 35. Otro asunto es si el 85% de LeBron con 34 años es aún superior al 85% Doncic con 19, cosa por otro lado bastante obvia. Pues bien, de entre todos los efectos que pueden tener los esteroides en un jugador de la NBA, el que más nos importa aquí es el siguiente: La recuperación. Aquí es donde entran a jugar de titulares las sustancias que nos traen hasta este artículo, con un anabolizante ya no hay factores que condicionen nada, no pasa nada si tienes 40 años o si cenas a base de “comida basura”, es tan potente este compuesto que entre 12 y 14 horas vuelves a estar preparado para una guerra. Pero más aún, si los tomas, ni siquiera hace falta entrenar bien, mejoras solo con el simple hecho de tomarlos, tanto como aquel que se rige solo por las leyes de la fisiología unidas a una buena planificación. Habéis leído bien si, todos los días puedes exprimirte sin miedo a lesionarte y cada día mejoras más. Todos los principios de la supercompensación o leyes fisiológicas no sirven para nada. Una vez que conocemos lo que puede suponer tomar esteroides para un jugador, solo hace falta extrapolar datos para comprender el porqué de que una gigantesca sombra de la duda razonable se haya ido cerniendo sobre esta competición, sobre todo, debido al hecho de que durante muchos años estuviesen permitidos. Reglamento, prohibiciones y controles En el año 1983, la NBA comenzó una campaña para luchar contra el consumo de algunas sustancias ilegales, utilizadas habitualmente con fines recreativos, como la cocaína, el cannabis, el LSD, la heroína, la morfina y la codeína, pero, aunque pueda parecer una broma, el uso de Esteroides no se prohibió en la mejor liga del mundo hasta el año 1999. Este dato ha dado lugar a diversas teorías conspiranoicas sobre los equipos olímpicos estadounidenses y su presunta inmunidad a la hora de evitar los controles. La única verdad es que nadie puede demostrar nada. Lo que dice la lógica es que cuando acudes a una olimpiada, te debes someter a las normas del comité olímpico, y éste, realiza los controles aleatorios pertinentes de consumo de sustancias de abuso, según el listado actual de la “World Anti doping Agency”. Aclarar antes de nada, que la NBA no forma parte de los acuerdos de dicha agencia mundial, y que por lo tanto no están sujetos a sus medidas preventivas (controles) ni a las mismas prohibiciones de sustancias. Su política antidoping viene definida únicamente por acuerdos entre la propia liga y la NBPA (asociación de jugadores). Durante mucho tiempo, la negativa de la liga a realizar dicho control, se basaba en que no confiaban en la fiabilidad de la prueba. Dicha prueba, se puso por fin en funcionamiento para los J.J.O.O. de Atenas 2004 y se perfeccionó para los Juegos de Londres 2012. Stern estaba decidido a poner algún “parche” a todos aquellos años de inobservancia antes de su retirada. No fue un duro golpe al problema pero fue un comienzo. Yo mismo, he oído a gente conjeturar cosas del estilo de: “Seguro que David Stern llamó al COI y les dijo que si querían que enviara un equipo de profesionales de la NBA, debían estar exentos de controles” Menuda burrada, ¿verdad? , o… quizás no… En fin, leyendas urbanas aparte, la cuestión de fondo es que el sistema de análisis y detección de sustancias ilegales en la NBA ha sido algo prácticamente testimonial durante las tres últimas décadas. Sí se realizaban controles aleatorios rutinarios durante la competición, pero todas las informaciones recabadas apuntan a que no debía ser muy complicado eludir los mismos. Recientemente, LaMar Odom confesó haber utilizado un pene de goma para evitar los controles a los que era sometido durante los J.J.O.O. de Atenas, para así enmascarar su dependencia de la Marihuana, que posteriormente reconoció en su biografía “Darkness to light”. “Pedimos un pene negro, robusto y gigante. Me bajé la cremallera de los pantalones y con cuidado saqué el pene falso por la bragueta. Para conseguir que la orina saliera tenía que apretar el cuerpo del pene repetidamente”, relataba el propio Lamar Odom. Y si por casualidad os estáis preguntando lo mismo que yo, he de decir que no sé a quién más incluye el plural del verbo “poder” de la declaración de Odom. Y es que durante muchos años, parece haber existido una presunta especie de acuerdo tácito entre jugadores y la liga para no darle la importancia que realmente tiene. Como muestra de ello, está el hecho de que el antiguo convenio colectivo de jugadores no permitiera la extracción de sangre como método de control, por considerarlo un método demasiado invasivo. Dicha prohibición, hacía prácticamente imposible la detección de la hormona de crecimiento*. *También conocida como somatropina, es la producida por la glándula pituitaria que se encuentra en el cerebro. Entre sus funciones, se encarga de aumentar la estatura y la masa muscular, reducir la grasa corporal y controlar el metabolismo del cuerpo. El nuevo convenio colectivo firmado en el año 2011 fijaba el número de controles obligatorios anuales en 6, de los cuales 4 se realizarían durante la temporada y 2 durante el verano. Era la primera vez que se establecía una “vigilancia” de consumo durante el periodo vacacional, que siempre estuvo más bajo sospecha que el resto del año. George Karl se refería con contundencia a este tema en su libro biográfico “Furious George” de la siguiente manera: “Es obvio que algunos de nuestros jugadores se dopan. ¿Cómo puede ser que algunos jugadores se hagan viejos y sin embargo estén más delgados y más en forma? ¿Cómo se recuperan tan rápido de las lesiones? ¿Por qué cojones se van a Alemania durante la pretemporada? Dudo que sea por el chucrut". Karl ha sido de uno de las personas que ha cargado más duramente contra los controles de la liga, advirtiendo de que existía un problema, estaba generalizado y nadie parecía daarle la importancia que tenía, ni siquiera el mismísimo David Stern. Karl advertía de los supuestos viajes de los jugadores a Europa para conseguir nuevas sustancias de dopaje más potentes y más difíciles de detectar. En palabras del propio Karl: "Por desgracia, los controles siempre parecen ir por detrás del dopaje. Lance Armstrong nunca dio positivo. Pienso que queremos que los mejores tengan éxito, no que tengan éxito los más ricos y tramposos contratando a los mejores científicos, pero no sé qué se puede hacer al respecto" Y es que, a nadie se le escapa que Europa, por mor del ciclismo, se había convertido en el mayor laboratorio mundial de pruebas de este tipo de sustancias. El mismísimo Travis Tygart, Director ejecutivo de la agencia antidopaje de Estados Unidos (USADA), hizo esta rotunda declaración en el 2014 para la ESPN: “Es relativamente fácil para los jugadores sortear los seis controles de orina a los que eran sometidos cada temporada”. "Si no hay opción de ser cazado, y eres demasiado competitivo, harás todo lo posible para ganar. Eso incluye consumir esas peligrosas sustancias que mejoran tu rendimiento" Tygart sabía que mientras la política antidopaje de la liga se basara legalmente en acuerdos entre la asociación de jugadores y la propia NBA, había muy poco que hacer. La USADA solamente podía tener cierta “jurisdicción” legal en caso de convocatorias olímpicas. La propia agencia mundial anti doping, intentó en su día, por mediación de la USADA, reunirse con la NBA y los jugadores a fin de intentar aunar criterios en las medidas de lucha contra el dopaje, pero sus intentos fueron rechazados. A los ojos del mundo, la NBA quería ser dueña y señora de sus actos y no iba a permitir que nadie se entrometiera. Stern nunca pareció inquietarse demasiado por el tema, incluso se permitió criticar duramente a la Agencia mundial anti doping en el año 2006, al asegurar que dicha asociación había perdido el respeto de la comunidad internacional. Esta sorprendente declaración estaba motivada por el tratamiento del el caso del ciclista Floyd Landis, ganador del Tour de Francia, que dio positivo por testosterona menos de una semana después de que se proclamase vencedor en París. Stern cargó duramente contra el presidente de la agencia, Dick Pound, alegando que “cada vez se hacía más complicado tenerle respeto a la agencia” Stern acusaba de imparcialidad a la organización por no haber permitido el uso de una muestra adicional del análisis de Landis. Pound aprovechó la coyuntura y atacó a la NBA acusándola de falta de rigurosidad en sus pruebas y de escasa seriedad e implicación en el proceso de detección. A todos los efectos, podemos calificar el mandato de Stern como la época más opaca, sombría y sospechosa en el asunto que hoy nos reúne. La “herencia de Stern” incluía únicamente varios casos mediáticos que fueron debidamente exhibidos como cabezas de turco para intentar demostrar que se estaban haciendo las cosas bien. El 90% de dichos casos eran por consumir drogas y no anabolizantes. Pero David Stern se retiró y Adam Silver recogió el testigo como hombre más importante de la mejor liga del mundo. Poco después de ocupar su cargo, declaró su ausencia total de preocupación ante el tema, pues aseguró que se hacían análisis suficientes y además, los esteroides (según él) no formaban parte de la cultura de la NBA. Silver puede ser cualquier cosa, pero tonto no es una de ellas, y como tal, era perfecto conocedor de la herencia situacional que le legaba Stern. Confianza, si, pero avances en la materia también. Silver lanzó muchas indirectas sutiles, como si estuviera advirtiendo implícitamente a los integrantes de liga de que las cosas iban a cambiar, y así fue en parte. En la temporada 2015/2016 por fin se comenzaron a hacer pruebas de sangre destinadas a detectar la famosa hormona de crecimiento. Eso sí, después de hacer el pacto de rigor con la asociación de jugadores, la cual parece tener un poder incomprensible en ciertas materias.
Los avances en la política antidoping de la liga cada vez son mayores desde la llegada de Silver, llegando incluso a realizar perfiles de testosterona, pero no se acaba de ver el cambio drástico que mucha gente espera. Esa anhelada trasparencia en el tema del dopaje no tiene visos de llegar, porque de momento, Silver parece bastante más interesado en la globalización de la liga que en otras cosas. Al final del camino, lo único que podemos asegurar es que nadamos en un mar de incógnitas, y sospechas fundadas, en el que lo único que va a estar siempre claro, es que mientras la propia liga sea quien se controle a sí misma, nunca podremos disipar del todo la gran sombra de la duda. |